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miércoles, 30 de junio de 2010

Capitulo 15, Fingida inocencia


Los vampiros entraron dentro del gimnasio sin descalzarse, lo que molesto a Beatriz, que había sacado un muñeco para practicar su puntería con las dagas que escondía entre su ropa.
A la cabeza del pequeño grupo estaba una niña rubia con tirabuzones, Lydia, que a pesar de su pequeño tamaño andaba ya con aires de arrogancia. En el grupo se encontraban vampiros muy influyentes, como Tomas y Elizabet, que iban en el mismo paraguas, pero también había dos figuras con túnicas azules que les cubrían por completo, de pies a cabeza.
Las dos figuras eran magos negros, los que se encargaban de proteger con magia al grupo de vampiros. Si morían o no prestaban la suficiente atención, el resto del grupo ardería por el sol. La idea de matarlos, cosa no muy difícil, se paseo por la mente de Beatriz, pero eso no le gusto mucho, si moría la causante de todo su futuro dolor ahora, también lo harían Elizabet y Tomas, que le gustaban, además de que tenia cierto aprecio por los magos negros. Solo eso la disuadió, por que además estaba la amenaza de que todo el poder de la oscuridad fuera a por ella, matar a un gobernante poderoso, como era Tomas en ese momento, y a una futura reina muy prometedora, no era la mejor forma de sobrevivir en ese mundo. Pero eso no le importaba mucho…

-¿Dónde esta el resto de los Kael?- pregunto una vocecita aguda, Beatriz lanzo una daga al corazón del muñeco, como le irritaba aquella niña, su voz le perforaba los tímpanos y estuvo apunto de lanzarle una daga a ella también, pero se refreno, los magos la hubiesen parado y no hubiese servido para nada, bueno, solo para descubrir el odio que le tenia.

Beatriz se giro hacia el grupo y se inclino.

-Buenos días nobles compañeros de la oscuridad, ¿Qué les trae a este humilde gimnasio?- dijo con amabilidad, siempre había sido buena actriz, hubiese deseado decir “¿Que coño haces aquí desperdicio de la oscuridad?, fuera de mi gimnasio y vuelve a tu cloaca” y acto seguido lanzarle una daga a cada mago para romper la protección y matar a aquella niña del diablo.

-Te he hecho una pregunta- insitito la niña.

-Buenos días a ti también Beatriz, perdona el ímpetu de Lydia, pero es que tiene una sorpresa para vosotros y no quería esperar a dárosla.- Elizabet le dirigió una sonrisa en forma de disculpa a Beatriz.

-Siento decir que el resto de mi grupo, salvo dos compañeros míos, se han ido a una misión de entrenamiento.- Beatriz lo dijo con el tono correcto y no delato el regocijo que había en su interior, este fue en aumento en cuanto Lydia dejo de sonreír.

-Es una verdadera lastima. Pero de todas formas puedo darte tu regalo.- Lydia se acerco a Beatriz saltando de forma inocente y le intento coger una mano.- Deja que te lo ponga.- su voz aguda tenia un tono dulce, pero no podía engañar a Beatriz.

-Preferiría ver que es primero.- para reforzar su autoridad la Kael lanzo una daga mas al muñeco acertando entre las cejas, la niña se asusto poco, pero suficiente para que dejara de intentar ponerle el regalo ella misma, opto por enseñárselo.

Extendió el brazo y de su mano colgó una pequeña pulsera con una piedra blanca y roja en el centro, Beatriz la cogió y sonrió complacida.

-Muchísimas gracias mi señora, siento decir que ahora no me la pondré pues temo romperla en el entrenamiento, la guardare para una ocasión importante.- la niña se mostró algo decepcionada con aquellas palabras, pero mantuvo su actitud amistosa.

-No te entretenemos mas Beatriz, ya nos veremos por el castillo.- Elizabet cogió la mano de Lydia y se la llevo de vuelta a los paraguas junto con el resto del grupo, salieron del gimnasio con paso lento y fúnebre en dirección a el castillo. En cuanto estuvieron lo suficientemente lejos Beatriz descargo toda su furia, lanzo diez dagas, una detrás de otra y las fue clavando, una en el corazón, cinco en el cuello y en fila, una en mitad del pecho, otra en la empuñadura de la que había clavado entre las cejas, y dos en los ojos.

-Buena puntería- dijo una voz de chico, su dueño salio de la oscuridad de una esquina de la sala, el rostro de Beatriz se alegro en cuanto escucho su voz.- ¿Te espero donde siempre, a la hora de siempre?- ella sonrió y asintió. El muchacho se sumergió en la oscuridad y desapareció.

-Hey, ¿Qué querían los importantes vampiritos?- Angelo y Ilargia ya habían vuelto, el le miro interrogante.

-Solo molestar, ¿empezamos con el entrenamiento?- una sonrisa juguetona ilumino su rostro.

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